miércoles, 25 de marzo de 2020

El sueño de una cuarentena en primavera (Relato colaborativo)

Y por fin, os presento a la criatura que hemos parido entre todos. Aqui esta nuestro Cadáver Exquisito:

Corría el mes de marzo del año 2020. 
Acababa un invierno que ese año había sido anormalmente cálido, pero no era lo único anormal esos días. Una terrible pandemia, que asolaba el mundo entero, había obligado a recluir en sus casas a millones de ciudadanos, en un desesperado intento de frenar el avance de ese virus, que tanta muerte y desesperación estaba dejando a su paso.
Pero no todo iban a ser malas noticias. Esos días en que los hombres no podían moverse de sus hogares, la naturaleza aprovechaba para abrirse paso por calles, ríos, mares, y montañas, que antes fueron suyos, pero que le habían sido arrebatados por la codicia y el egoísmo de la raza humana. 
Los animales corrían libres, las aguas volvían a ser claras y en el aire ya no se respiraban los humos de coches y fábricas. El cielo volvía a tener su color azulado, las nubes blancas parecían de algodón. 
Todo parecía un sueño hecho realidad, pero la realidad era inminente, más sencilla, solo dependía de mi constancia. Pero lo bueno que, en algunos momentos, no podía evitar volver a sentir un vacío, tan profundo que el mar se quedaba pequeño.
Tan sólo le quedaba el consuelo de la botella de ron barato y su inseparable cajetín de cigarrillos, mientras devoraba uno tras otro cada uno de los libros de su apreciada biblioteca. Eso le permitía hacer suyas las vidas de los protagonistas de las novelas que con tanto afán disfrutaba y volar a lugares recónditos que de otro modo le resultaría imposible.
Al acceder a hacerse esos implantes cibernéticos, obtendría mayor fuerza, agilidad, destreza y capacidad mental. Ya podía formar parte real de las historias que siempre había leído. Historias que siempre le inspiraban, al tiempo que sobrecogían. Era mucho lo soñado.
Entonces el ciervo alzó la cabeza y pregunto a la luna: ¿cuál es tú nombre?. Y la luna vibró su luz resplandeciente, y dijo: -Habría que multar a los que salen a aplaudir antes de tiempo. Y ampliar la multa a los que después desde el balcón, ponen regueton. Pero con el encierro ya tengo plan para Semana Santa, sofá, peli y manta.
Por fin tendré tiempo de terminarme aquel libro, del que no conseguí pasar apenas del primer capítulo. Será también el momento de recuperar el contacto con mucha gente, de la que no sé nada desde hace años. Tengo que ponerme a repasar uno a uno los contactos de la agenda del móvil y emplear al menos media hora al día en llamarles. Y tengo que sacar algo de tiempo en decidir que coño hago con mi vida, si me voy de aquí de una vez y empiezo de cero en algún pueblo costero.
Siempre he fantaseando con escaparme a la Azohia, el pueblo donde unas vacaciones de verano conocí a mi primer amor, montar un chiringuito o una pequeña casa rural, disfrutar de la pesca navegando en una pequeña barca a vela, y sentarme todas las tardes a contemplar el atardecer sentado en una silla de mimbre frente al mar. Pero seamos realistas, no tengo un duro, no me gusta el pescado y no se nadar.
Así que venderé el barco que me he comprado y me iré a una granja. Compraré vacas y montaré una tienda de leche recién ordeñada. Sin embargo, el cuajo de la leche me dan arcadas, tendré que contratar a alguien... eso supone más gasto. A no ser que le ofrezca alojamiento y comida gratis, y quién sabe... también puede surgir el amor. Sería maravilloso encontrar el amor a estas alturas...pues a mi avanzada edad, lo veo complicado.
Si bien es cierto, que siempre he sido una persona bastante optimista. Recuerdo que aún siendo niño, cuando todavía nos tocaba pasar hambre, por las penurias que dejó tras de sí la guerra, miraba todos los días en el buzón de casa por si algún familiar lejano o alguna otra alma caritativa hubiese dejado una hogaza de pan y un embutido, en lugar de la letra del seguro de "los muertos", como lo llamaba mi madre. Cuando fui creciendo ese espíritu optimista me fue acompañando hasta bien entrado en la pubertad; ahí recuerdo que se volvió todo un poco raro e iba y venía a ratos, pasando de un extremo a otro.
Un día me levantaba eufórico, con ganas de cambiar el mundo y al día siguiente no me apetecía despertar. Así viví varios años, hasta que hubo algo que me hizo cambiar mi rumbo. Ahí comenzó mi gran viaje, cogí la mochila y me puse en marcha.
-Yo te seguiria, pero que pereza ponerme en marcha. Pero lo intentaré.
-No es suficiente. Querer es poder. Animo y lo conseguirás. ¡Adelante, campeón!.-Le dijo su abuelo mientras le miraba con esa expresión de orgullo y amor en su rostro -¡tu vales mucho!-. 
Y de repente, Ciprian sacó fuerzas de flaqueza y chutó la pelota tan fuerte, que metió un gol desde medio campo.
Se sintió tan feliz que corrió a celebrarlo a los brazos de su abuelo. Todo cobraba más sentido cuando él formaba parte de ello.
Y aunque en el fondo, le aterraba la sola idea de proseguir, no vacilo. Se armó de valor y sin dudarlo se convenció a si mismo de que era posible, con o sin ayuda. Suspiro profundamente y como autocompadeciendose, prosiguió con lo que él creía ser su destino.
Se aseo, se vistió y empezó el día; como lo hacía normalmente; pero cuando salió para ir a trabajar, mientras esperaba a que el semáforo cambiara, allí le vio, con los ojos tiernos y llenos de amor para repartir.... 
Sin dudarlo me lleve a casa el perro más bonito que jamás he visto.
De una perrera atiborrada de perros pidiendo atenciones, él era el único que parecía haber perdido la esperanza. Estaba tumbado y más que un perro parecía un felpudo. Le llamé y levantó un poco el hocico. Y su mirada no era la misma de siempre. No tenía esa alegría al decirle vamos a la calle. No daba saltos de celebración, ni movía el rabo con entusiasmo.
Y a punto de dejarse llevar por la apatía y la inapetencia, decidió dormir... y con ello soñar. El sueño Así llegó a un pueblo pequeño de casas de piedra y calles retorcidas, y un gran reloj dorado que señalaba algo más que la puntualidad. Aquel reloj era bastante inquietante, solo se presentía que cuando marcará la hora, algo sucedería. Así fue, en cuanto empezaron a sonar sus campanadas, de las calles retorcidas de aquel pequeño pueblo empezaron a salir sus habitantes y como sonámbulos se dirigían hacia un monte lleno de oscuros árboles.
En él, les esperaba una desagradable sorpresa. Los miedos ancestrales que siempre habían perseguido a este pueblo se habían convertido en realidad.
De pronto, en mitad de esa arboleda, se intuía una oscura y profunda cueva de la que manaban sonidos ilegibles y olores pestilentes que no presagiaban nada bueno.
Más que nunca esta gente necesitaba despertar y superar sus supersticiones.
Lo que vieron todos al despertar fue algo increíble, lo nunca visto algo que aunque parecería ilógico era totalmente real!
Nunca antes nadie había visto algo igual
Fue tan grande su sorpresa que le costó mucho recuperarse.
Sin embargo, meditó y de repente, vió una oportunidad única de hacer algo radicalmente distinto a lo que jamás hubiera imaginado. Y supo que era hora de pensar alto, de reinventarse, de ser una mejor persona. Y se puso, feliz, manos a la obra.
Moraleja: El tiempo lo cura todo, y como animales que somos, nos adaptamos y de los imprevistos y giros que nos da la vida aprendemos. Aunque siempre tropecemos con la misma piedra.

Mi agradecimiento a todos los osados colaboradores que se han apuntado sin dudarlo, a ayudarme a crear esta pequeña locura:
Alina, Ana, Beatriz, Cristina, Feli, Javi, Javi, Jose, Juan Carlos, Juli, Lali, Nuria, Paloma, Toño, Raquel, Raul, Roberto, Sandra, Sara, Sara, Silvia, Susana, Tere, Vicky.
Gracias! Ha sido muy divertido leeros a todos!

1 comentario:

  1. Pues ha quedado un buen relato. Yo también he participado este año en uno, pero todavía ni sé nada del resultado.
    Saludos!

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